19 de mayo de 2007

Cuando un animal sufre

Hay veces que preferirías cambiarte por él. Hasta ahora nunca me había tocado ver a un animal querido sufrir. Sí que ví animales heridos, pero siempre eran pollos, conejos, vacas o animales que no duelen tanto, aunque siempre me dieron pena.

Pero esta vez le tocó al colega, a Foger. El martes le vimos una inflamación bastante grande en los testículos, el miércoles por la mañana lo llevamos al veterinario y nos dijo que era una infección cutánea. Nos dió las indicaciones para curarlo y limpiarlo y lo llevamos. A día de hoy la herida tiene muy mala pinta, pero ya está bajando la inflamación y yo creo que va a mejor. Aunque tiene una parte del escroto reventada y llena de pus, y da bastante impresión.

El caso es que cuando ves a un animal mirarte con cara de sufrimiento y suspirar como pidiéndote que lo ayudes, se te encoje el corazón. Y cuando después de limpiarle la herida lo ves rabiar de dolor, escarbar en el prao, dar vueltas para buscar un sitio donde echarse y no encontrarlo, preferirías cambiarte por él. Aunque suene duro, en esos momentos me duele más ver sufrir a un perro que a una persona, porque la persona es consciente de por qué sufre, y el perro no.

Pero bueno, cada uno en su momento. Los perros tienen que sufrir y las personas también. Y lo mejor de todo es que Foger seguirá dando guerra una temporada, o eso espero. Por momentos nos temimos lo peor, pero hay que ser optimistas y confiar un poco en los entendidos, que vieron más heridas que nosotros. Y el veterinario nos dijo que estaba dentro de lo normal, aunque al ser una zona tan delicada impresionaba más y tenía más riesgo de complicarse, pero que a una mala habría que amputarle los testículos. Veremos como evoluciona.

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